Como dóciles corderos dejamos por años que nos pisotearan la dignidad, el salario y descalificaran la profesión docente. Dóciles corderos que en tiempos aciagos pusimos nuestros recursos para mantener en pie un sistema educativo que aquellos que lo dirigen no quisieron sostener, ni reinventar. Dóciles corderos que a pesar de salarios magros, perdida de derechos, desprestigio social y ser los «culpables» de la decadencia educativa, seguimos haciendo rifas, cenas, loterías para poner parches al desastre que otros debían atender. Corderos, que enseñamos a luchar, pero nos habíamos olvidado de nuestra…
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